La pucha con los cuadernos viejos. Si se te ocurre guardarlos (sin saber para qué) y los miras (de reojo y con cierto repelus), después de muchos años, te pueden servir para ver algo atroz, pero con la liviandad que da la perspectiva y el tiempo.
Lo mismo te puede pasar con las calles cuando recorres algunas de tu pasado, que no había vuelto a ver en mucho tiempo. Y aunque vayas prevenido te salta a la cara tu vieja máscara de dolor, tu propio Grito de Munch. Pero sin pegamento en el reverso ya no se te adhiere a la piel y se cae como una hoja otoñal, sin hacerte daño.
Cuánta obsesió,
cuanto dolor al pedo!