febrero 10, 2006

La perseverancia


Lo que sigue es interesante para quienes, como a mi, los "señorean" muchos "yoes" que no interesan para lo fundamental. Que los distraen y alejan de lo que realmente quieren.
Un fragmento de oro.

P.:¿Dijo usted que la voluntad depende de la mente y de la energía. ¿Y la perseverancia, de que depende?

R.: De la estabilidad de la mente. La mente forma el mando de la acción, la mente es quien dice lo que se ha de hacer y cómo se ha de hacer.

Naturalmente, si este sistema cambia, lo que se hace es distinto en cada momento.
Si uno consigue que la mente sea estable, entonces la capacidad de hacer se expresará siempre de un modo determinado. A eso le llamamos perseverancia.
Por eso la perseverancia no se consigue haciendo muchos esfuerzos de voluntad, sino aclarando bien las ideas y aprendiendo a ser muy consciente de uno mismo en su mente.

Ahora bien, la voluntad sí se consigue haciendo esfuerzos de energía, movilizando energías. La voluntad es la materia prima de la que se forma la perseverancia.
Es decir la perseverancia no es más que la voluntad en fase continua.
La voluntad crece en la medida que hacemos expresiones positivas y autoconscientes de las energías que tenemos. Así crece mi potencia de acción. Ahora bien, esta potencia puede no ser regular, no debido a la energía, sino porque mi mente está cambiando constantemente de rumbo.

Por tanto, es mi mente la que hay que estabilizar; hay que estabilizarla en contraposición con las emociones, porque son éstas las que hacen cambiar la mente. Al cambiar las emociones, las sensaciones, esto modifica constantemente la polarización mental.

Hay que estabilizar la mente, y, para estabilizarla, es necesario que uno sea consciente del propio pensar, que uno sepa lo que es fundamental, lo que es secundario; es preciso que uno tenga un sistema, una estructura de valores claros, que no sea improvisada, que no sea del momento. Cuanto más claro y estabilizado sea este esquema de valores, más perseverancia tendrá la persona.

Fragmento del libro "Conciencia Axial", de Antonio Blay (Pag.60-61).
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