julio 09, 2005

Desierto


Evocó la muerte de su madre. La estancia. El silencio.
Aquellas épocas en las tierras desiertas, al sur del sur, cuando para ella todo parecía posible: que él desde sus ojos pálidos la descubriese; que su madre aceptase que valía tanto o más que su hermano; que Sandocán, su potro, la llevara primera a la meta en las carreras de Río Gallegos... Todo. Sus poesías publicadas con letra de molde; su vientre preñado con hijos de ojos pálidos o encendidos en tizones negros, como los suyos. Todo parecía posible, entonces. Pero su madre murió llamando a su hermano, ajeno y desamorado. Su padre vendió a Sandocán. Y ella vio como él se casaba con la heredera de los Galdós. Emigró y ahora retorna. El día la envuelve en tonos grises. Amargos. Y aunque obtuvo reconocimiento por su obra poética, siente el silbido del viento abriendo en canal sus recuerdos. Y aún tiene que llegar a la casa. Tiene que llegar arriba, con el terreno resbaladizo.