enero 27, 2006

DIFICULTADES DE LA AUTOINVESTIGACIÓN



"Conviene también saber que existen dificultades en la marcha del trabajo interior de la autoinvestigación.
La primera dificultad es nuestra tendencia a dormirnos, es decir, a volver a nuestro estado habitual. Es preciso renovar sin cesar este acto de apertura, de investigación, de mirar del todo, de buscar. Es preciso renovar este gesto de no quedar absorbidos por lo de fuera, de no dejarnos arrastrar por la dirección habitual de nuestra actitud, sino buscar hacia dentro, aunque sin romper ni interrumpir el circuito dinámico hacia fuera de la vida en sí. Se trata de que a medida que vamos viviendo, a medida que nuestra realidad se va expresando en las actividades usuales, ser consciente de ella, pro a la vez ir ensanchando más y más nuestra mente para que cada vez sea más capaz de percibir este circuito en su origen, hasta llegar a su centro. Es un gesto de ampliación de nuestro campo mental. Esto, sobre todo al principio, cansa porque uno hace fuerza por dentro de la mente. Conviene saber que cuando uno está trabajando durante algún tiempo, esta actitud de investigación, de mirar, de bucear para descubrir, empieza a funcionar sola y no exige el menor esfuerzo y es perfectamente compatible con que se esté estudiando una lección o hablando con una persona algo importante. Son dos procesos que por tener lugar en planos distintos pueden seguir simultáneamente cada uno su propio camino: mientras se piensa, se habla y se acentúa de acuerdo con lo que la circunstancia requiere, sentimos que al mismo tiempo se prosigue en nuestro interior esta investigación siempre en un sentido de mayor profundidad.
Al empezar, sí, uno hace fuerzas, porque no conoce otro modo de trabajar, no sabe cómo andar, y mientras dura este trabajoso esfuerzo de entrar hacia dentro en dirección al yo, es incapaz de hacer nada más. Pero no tiene que desanimarse por las dificultades. Tiene que renovar su esfuerzo una y otra vez, aunque sea imperfecto, con el deseo de conseguir el objetivo. Así irá afinando la puntería y adiestrando los instrumentos, y poco a poco se producirá esté estado de investigación permanente que continúa día y noche, que ya no depende de una actitud deliberada, sino que en gran parte se convierte en un proceso autónomo. Nos daremos cuenta entonces de que ya no somos nosotros quienes trabajamos, sino que es un proceso de maduración que se produce en nuestro interior.
Hay también las crisis. A medida que profundizamos un poco más en nosotros, nos encontramos con que muchas cosas que antes nos ilusionaban ahora de repente nos damos cuenta de que son niñerías y esto nos obliga a cambiar nuestra escala de valores. Cuando esto lo descubrimos de un modo claro, definido, apenas presenta problema si realmente estamos decididos a proseguir nuestro camino cueste lo que cueste. El verdadero problema surge cuando apunta la nueva etapa, pero aún no estamos establecidos en ella. Cuando estamos a punto de llegar a un nuevo estado pero todavía no hemos llegado a él, porque entonces nos damos cuenta de que tal circunstancia o situación, la que sea, nuestro círculo social de amigos, nuestras costumbres y aficiones a las que hasta ahora hemos estado muy adheridos, están amenazando ya en desligarse y perder todo interés. Y esto sí que a veces produce miedo, perplejidad y vacilación por nuestra fuerte identificación con todo ello. Debemos darnos cuenta de que cada vez que sintamos estos miedos y estas dudas es que progresamos. No hemos de ver estas crisis como algo negativo, sino como puntos de referencia positivos de nuestro avance. Si no progresáramos no aparecerían miedos nuevos ni nuevas inquietudes. Desde este punto de vista cada vez que nos encontramos mal es que vamos bien, porque al fin y al cabo para seguir encontrándonos como ahora no valía la pena movernos de sitio.
Siempre que hay un trabajo de profundización, un ensanchamiento de conciencia hay también algo que cae, algo que se suelta. Puede ser que a veces se perciba antes lo que se suelta que el nuevo estado interior que se encuentra detrás. Si primero se percibe lo positivo, estupendo, ya que lo antiguo cae como una fruta madura, sin ningún esfuerzo, como el adolescente se desprende con naturalidad de los juguetes que le apasionaban unos años atrás. Pero cuando primero uno siente que aquello va a caer y todavía no vive lo que hay detrás, el nuevo estado subjetivo, el grado de iluminación correspondiente, entonces es inevitable que sufra la crisis como algo intenso y doloroso. En esos momentos es cuando uno ha de aprender a tener discernimiento y serenidad, y darse cuenta de que siguiendo el trabajo, a pesar de todo, descubrirá al fin el poco valor y consistencia que tiene la costumbre antigua a la que aún tan fuertemente se agarra.
Hemos de ver claro que en el trabajo interior vamos a ganar. Y a ganar no ya los objetos o las situaciones a que estamos adheridos, sino precisamente lo que vamos buscando, lo que estamos poniendo de valor en aquello. Porque siempre, de un modo o de otro, buscamos en cualquier cosa mayor plenitud, mayor satisfacción, mayor realidad. Y esto es precisamente lo que encontramos de un modo real y permanente. Por eso es importante que aprendamos a ver las crisis como amigas, como indicadoras de nuestro adelanto; nunca como barreras ante las que uno retrocede. Es evidente que todos las encontraremos en nuestro trabajo. Pero es que si no las encontramos porque trabajamos, las encontraremos igualmente porque la vida nos las impondrá. Y más vale que aprendamos a ir por nuestro pie y por la vía positiva de ir descubriendo lo bueno que se oculta detrás de todas las formas y de todas las apariencias, que no que la vida nos arranque las cosas de un modo violento en su sereno pero inflexible devenir."

Antonio Blay. Maha Yoga.