enero 27, 2006

ESCLARECER LA MENTE

"Nosotros no nos damos cuenta, pero en realidad pensamos con todo nuestro ser. Nuestra mente no es el pequeño sector que en un momento determinado procura estar atenta a lo que oye, ni la que en otro momento procura resolver los problemas de la vida práctica o incluso problemas más elevados. Nuestra mente es un campo enorme, inmenso. Rige nuestras funciones vegetativas, está regulando constantemente nuestro estado anímico, nuestros problemas interiores. Está por lo tanto en constante contacto con las tensiones afectivas, con los deseos más o menos latentes, con las ambiciones, miedos, temores, etc., escondidos en todos los repliegues de nuestro psiquismo y si no se limpia todo esto, nuestra mente no queda libre, y entonces no puede ver claro, no puede estar disponible para abrirse a la verdad.
He aquí el problema. Estamos acostumbrados en Occidente a que el conocer, el estudiar, el pensar, se haga con total independencia del vivir, del resto de la personalidad. Esto en el camino de Jñana Yoga es absolutamente imposible. Lo veremos unas líneas más abajo, cuando expliquemos lo que tanto Ramana Maharshi como otros grandes hombres han dicho acerca de cuánto nos cuesta entender, y más aún convertir lo entendido en un estado, en una verdad evidente que actúa en nosotros de un modo permanente. ¿Qué es lo que obstruye y dificulta nuestro asentamiento en la verdad, que tendría que hacérsenos evidente, inmediata y permanente? Tan sólo la parte de nuestra mente que está pendiente de nuestros deseos, de nuestros temores, de nuestras ambiciones, de las ideas erróneas que tenemos, de nuestra identificación con el cuerpo, de nuestra identificación con nuestra personalidad separada, etcétera.
Por eso mientras no se haga una labor en profundidad no es posible ver claro del todo. Es un camino arduo, difícil, como lo son todos los caminos que quieren ir más allá de lo que es nuestro pequeño mundo de la personalidad, porque absolutamente todos los caminos, de una manera u otra, exigen que uno entregue en el trabajo toda su personalidad, que sea capaz de ir más allá de sus valores personales. Y esto no en teoría, sino de hecho, de un modo real, auténtico. Y también es difícil porque a veces creemos que sabemos, cuando en rigor no sabemos nada de la realidad, pues no hacemos sino vivir ilusionados con unas cuantas ideas. Nos ocurre un poco lo que le pasa al que está estudiando el Bachillerato: que porque ha aprendido cuatro o diez cosas sobre Geografía e Historia, Matemáticas y unas cuantas asignaturas, cree que es la enciclopedia viviente, que tiene todo el conocimiento. Y después, cuando madura un poco más, se da cuenta que aquello era una cosa irrisoria.
Todos estamos, unos más, otros menos, tan aferrados a nuestras ideas, a nuestras concepciones que basta ver lo que cuesta llegar a adquirir una nueva verdad. Parece que si una cosa es verdad tendría que ser aceptada inmediatamente; pero, ¡cuánto cuesta! A nosotros incluso, cuánto nos cuesta a veces y cuánto tardamos en comprender una verdad que se nos había dicho años atrás, y durante todo el tiempo transcurrido desde entonces nos ha ido dando vueltas por dentro sin acabarla de ver. Si comprender incluso una verdad dentro de un orden relativo, cuesta tanto tiempo porque ha de vencer tantas resistencias interiores, como son nuestra rigidez mental, este aferramiento que tenemos a nuestras propias ideas, las que decimos nuestras ideas, ¡cuánto más costará poder dejar absolutamente todas las ideas para coger una verdad que las trascienda todas!
Por eso sólo puede realmente adelantar y llegar al objetivo aquél para quien conocer la verdad sea lo más importante del mundo y de la vida y esto literalmente, sin exageraciones. No se pueden hacer compromisos vanos con la realización. Nos dicen todos los sabios que si nosotros quisiéramos realmente una realización, un estado de iluminación, instantáneamente lo tendríamos. Porque lo único que nos lo impide son las demás cosas que también queremos, nuestra idea de nosotros mismos. En el momento en que soltemos todo esto, inmediatamente aparecerá la luz. La luz ya está allí, lo único que impide que la veamos es nuestra crispación mental y la crispación de nuestro corazón.


LAS ENSEÑANZAS DE RAMANA MAHARSHI

Ramana Maharshi nació en el Sur de la India, el 29 de diciembre de 1879, en un pueblo denominado Tiruchusi. Parece ser que de pequeño era un chico normal, iba a la escuela, no destacaba de un modo especial en los estudios, le gustaba jugar con los demás; en fin, era un chico corriente. Su padre murió siendo él todavía un niño, y pasó a vivir lo mismo que su madre con un tío suyo. Siempre tenía una idea dominante, sentía una atracción extraña hacia algo que consideraba muy sagrado y era un nombre que le resonaba en su interior: «Arunachalá». El creía que se trataba de una divinidad, o de un personaje, de algún ser viviente, hasta que más adelante descubrió que era el nombre de un lugar, de una colina.
La vida de Ramana Maharshi, a quien de pequeño le habían puesto el nombre de Benkataraman, se transformó alrededor de los 16 ó 17 años, edad crítica para todos, y que señala un momento crucial importante para muchas personas que el día de mañana destacan en un campo u otro. Es una crisis que se extiende a todos los aspectos y que coincide con la fase de desarrollo puberal. El púber experimenta una necesidad grande de afirmación personal. Es también frecuente a esta edad que surja un intenso miedo a la muerte. Pues bien, Ramana Maharshi sufrió una crisis, por darle un nombre, un cambio del ritmo de su vida. De repente se le planteó el problema de «quién era él», y «qué era la muerte». Y estas preguntas cobraron tanta fuerza en él que las dramatizó y quiso vivirlas. Para ello se extendió en el suelo y dijo: «voy a ver ahora qué soy yo. Yo soy el cuerpo. Pero el cuerpo muere. Entonces, ¿qué queda?». Procuró sentirse todo él muerto, retirar todas las energías vitales de su organismo, aislarse de todo lo que él consideraba su vida orgánica. Parece ser que entonces le vino una fuerza interior que le produjo esta evidencia, este descubrimiento de que él no era el cuerpo sino que él estaba estrechamente unido con lo que es la fuente de toda vida.
Trascendió en unos minutos esto que normalmente nos cuesta tanto trascender a todos nosotros. El aspecto anecdótico de la vida de Ramana Maharshi es muy variado. Está descrito en libros que pueden encontrarse con facilidad. Nosotros vamos a penetrar más profundamente en lo que él ha enseñado, producto de su experiencia, que es lo que vale. Una sola experiencia vale más que todos los libros del mundo.Lo que él enseñaba no era producto de su formación intelectual, porque cuando él tuvo esa experiencia y cuando empezó a hablar y explicar, no había leído ningún libro de filosofía hindú, ni de Yoga o cosa parecida, lo que hace todavía más interesante su testimonio, porque es absolutamente de primera mano, del todo original."